La entrevista que le dió
Nicolás Maduro en exclusiva a la revista El Viejo Topo
Domingo
22 septiembre, 2013 - 10:48 pm
“De
Nicolás Maduro, presidente electo de la República Bolivariana de Venezuela, se
sabe muy poco en España. Apenas cuatro trazos, aportados principalmente por los
medios de comunicación de masas hostiles al proceso revolucionario. El Viejo
Topo quiso conocerlo, y el presidente venezolano aceptó ser entrevistado sin
poner la menor traba”…
Así
inicia el texto de la reseña publicada en la página 5 de la edición 308 de El
Viejo Topo, publicación española de carácter político que realizó una
entrevista al mandatario venezolano. A continuación el texto completo de la
entrevista realizada por Víctor Ríos y Miguel Riera.
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Crónica de una jornada con Nicolás Maduro
por
Víctor Ríos y Miguel Riera
El Viejo
Topo, septiembre 2013.
De
Nicolás Maduro, presidente electo de la República Bolivariana de Venezuela, se
sabe muy poco en España. Apenas cuatro trazos, aportados principalmente por los
medios de comunicación de masas hostiles al proceso revolucionario. El Viejo
Topo quiso conocerlo, y el presidente venezolano aceptó ser entrevistado sin
poner la menor traba.
Pero la
invitación de Maduro no se limitó a una simple entrevista. Inmerso en lo que se
bautizó como Gobierno de calle, el presidente ha estado visitando durante los
cien primeros días de su gobierno todos los rincones del país. Prácticamente
cada día ha visitado un lugar distinto, acompañado de algún ministro, tomando nota
de los principales problemas de la zona, hablando con la gente, aprobando
proyectos. Podría decirse que durante este periodo el gobierno de Venezuela ha
tenido un carácter en parte itinerante, algo sorprendente para nosotros,
acostumbrados a que el presidente español tenga tan poco contacto con el pueblo
que ha llegado a dirigirse a la prensa a través de una pantalla de plasma,
hurtando su presencia física a los mortales periodistas.
Pues
bien, el presidente invitó al equipo de El Viejo Topo a acompañarlo durante una
de esas jornadas, y de ese modo a lo largo de la misma se procedería a la
entrevista. Una oportunidad única para observar de cerca al mandatario
venezolano.
Así, el
pasado 20 de julio El Viejo Topo se trasladó temprano al aeropuerto de Caracas,
donde aguardaba el avión presidencial. Tras un vuelo de 25 minutos, aterrizamos
en el aeropuerto de San Carlos, capital del estado llanero de Cojedes. Bastante
gente en el aeropuerto y en las calles aledañas esperaba ver a Maduro; debido a
los cristales tintados de los vehículos en que nos trasladábamos, muchos
debieron pensar que el presidente viajaba en uno de ellos, así que fuimos
saludados efusivamente por la población que aguardaba el paso de la comitiva.
Cuarenta
y cinco minutos después, la pequeña caravana se introducía en una base militar.
Dos helicópteros sobrevuelan la zona. Una banda militar se coloca en posición:
el presidente avanza decidido hacia ella.
Abreviaremos
el relato: Tras los honores militares, la comitiva se dirigió a un pequeño entarimado
cubierto al frente del cual se hallaban ya situados muchos militares y sus
familias, más de doscientos. Íbamos a asistir a la ceremonia de ascenso de un
puñado de generales, así como a la entrega de estandartes a varias regiones
militares. Y después, el discurso.
Nicolás
Maduro no tiene pelos en la lengua. Al pan pan, y al vino vino. Sin tapujos.
Aunque no era este el tema principal, Maduro hace una referencia a España, esa
España asolada por la corrupción que ha anidado en buena parte de la clase
política, y que ha sido (¿todavía lo es?) cómplice de la derecha
fascista-golpista venezolana. Cita el desempleo, y subraya lo intolerable que
es que el 55% de los jóvenes españoles no encuentren un puesto de trabajo. Ni
que decir tiene que el Topo está de acuerdo con sus palabras.
Alrededor
de la gran carpa en la que estamos, las Fuerzas Armadas han instalado una
pequeña exposición de armamento. Tanques, cañones, material militar diverso. El
presidente se entretiene en cada área; con morosidad departe con la tropa y
oficiales. La mañana se alarga. Tanto rato de pie, al Topo las fuerzas le
flaquean. Pero los demás no parecen estar cansados. De repente, a un paso muy
rápido, Maduro y un grupo de militares se introducen en una gran tienda de
campaña: ¿será el gobierno militar de calle? Al parecer hay asuntos que
resolver. Tras un par de horas, aparecen soldados con algo de comida. Cae un
chaparrón intenso; palo de agua lo llaman. Dentro de la tienda, el presidente,
la ministra de defensa, el presidente de la Asamblea Nacional y un grupo de
militares prosiguen sus debates. De repente, sobre las seis, la lona deja paso
al presidente y sus acompañantes. Maduro se dirige a nosotros. Se ha hecho
tarde, y la entrevista está por empezar. “Cómo lo hacemos?”, dice. Lo piensa
unos segundos, y prosigue: “Vengan conmigo, vamos al carro”.
Todo
sucede muy deprisa. Casi corriendo, llegamos hasta los vehículos. Alguien nos
indica el coche al que hemos de subir. Lo hacemos: uno delante, dos atrás.
Falta el conductor. Éste aparece: es Nicolás Maduro. El propio presidente
conduce el coche. No podemos evitar durante unos segundos cierto desconcierto.
Uno de nosotros bromea sobre la categoría del chófer.
El
presidente pregunta si tenemos a punto la grabadora. “Adelante, pregunten”, dice
mientras maneja el coche. Es obvio que no va a ser una entrevista convencional,
de esas en que el entrevistador mide las preguntas y el entrevistado elude
entrar de lleno en las respuestas
Siguen
las sorpresas: Maduro no nos trata ni como extraños, ni como periodistas. Nos
trata como compañeros.
El
presidente pregunta si tenemos a punto la grabadora. “Adelante, pregunten”,
dice mientras maneja el coche. Es obvio que no va a ser una entrevista
convencional, de esas en que el entrevistador mide las preguntas y el
entrevistado elude entrar de lleno en las respuestas. De ahí el tono coloquial,
cordial, nada engolado que recorre toda la conversación. Así que decidimos
empezar.
Alguien
nos había comentado que su compromiso social y político empezó desde muy joven,
así que le preguntamos por sus primeros años. Sin retirar la mirada de la
carretera, el presidente responde.
NM: Nací
y crecí en la Caracas de los sesenta, de los setenta. Me crié en un barrio, en
la zona donde está la Universidad Central de Venezuela. Esos años tuvieron una
gran convulsión social y política, se produjeron grandes luchas, concentradas
sobre todo en un poderoso movimiento estudiantil, universitario y de educación
media, de los liceos. Recuerdo, siendo aún muy pequeño, los allanamientos en la
Universidad Central, porque yo nací y crecí enfrente de la iglesia de San
Pedro, en una comunidad de clase media popular, y allí se vivía prácticamente
en estado de sitio. A veces no podíamos salir de casa durante una semana, nos
manteníamos al resguardo de las balaceras que se armaban para asaltar la
Universidad. Imagino que esos recuerdos, de muy niño, son de la época de Raúl
Leoni, que gobernó el país del año 64 al 69. Leoni allanó la universidad con el
batallón Bolívar, con el ejército. Luego hubo otro allanamiento que recuerdo
bastante bien, en el año 70, con el gobierno de Rafael Caldera, el líder de la
democracia cristiana. Entró en la Universidad Central y la cerró, porque se
estaba dando un proceso de renovación universitaria, un poco en la línea
reivindicativa de Córdoba y del mayo francés…
[En 1918 Córdoba fue el epicentro de un movimiento reformista conocido
como la Reforma universitaria, que luego se extendió al resto de las
Universidades de Argentina, gran parte de América y España.]
… en
Venezuela esa renovación que pretendieron los estudiantes universitarios en los
años 69, 70 fue ahogada en sangre. Yo recuerdo muy bien ese allanamiento porque
ya tenía ocho años, y hubo un joven de la cuadra, llamado Pedro, al que después
le llamamos Pedro el raro, que fue muy golpeado por la policía delante de
nosotros, les daban en la cabeza a los jóvenes, y a él lo dejaron perturbado,
medio loco. Le llamamos Pedro el raro porque tenía después conductas raras, era
medio loco. Recuerdo esa parte de mi infancia, que siempre estuvo vinculada a
la represión, a los disturbios. Mi papá era un hombre de izquierda, militaba en
el partido Acción Democrática. Él mantenía una posición de izquierda, crítica,
de hecho luego participó en el año 67 en la fundación del Movimiento Electoral
del Pueblo, con un líder que venía de la socialdemocracia llamado Luis Beltrán
Prieto Figueroa, un maestro. Al maestro Prieto le robaron las elecciones
primarias para la candidatura presidencial en Acción Democrática, y de ahí le tocó
fundar una fuerza política propia. Estoy seguro de que le robaron las
elecciones presidenciales. No tenía ningún tipo de maquinaria para defender los
votos, y el sistema electoral venezolano era muy fraudulento. Ahí no valían los
votos que se emitían y que se ponían en la urna electoral, ahí valía lo que se
ponía en el acta final. Es lo que llamaba Acta mata votos. Cambiaban
completamente los resultados.
Digamos
que esos son los años que marcan la primera infancia. Cuando llegan los años 70
entro a estudiar el bachillerato. En el primer año, casi el primer día de
clase, comencé a militar en el Frente de Unidad Estudiantil del Liceo Urbaneja
Achel pohl, Fuelua. Y allí empecé después a militar en una organización
revolucionaria llamada Ruptura, que era la parte legal, la cara legal del
Partido de la Revolución Venezolana, PRV, que estaba en la clandestinidad y que
dirigía Douglas Bravo.
[Douglas Bravo: político y guerrillero, ingresó en el Partido Comunista
en 1946, a los 12 años. Fue expulsado en el 64. Fundó el PRV en 1966. Participó
en las insurrecciones de 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992.]
Yo tenía
entonces doce años, empecé a militar siendo un niño. En aquella época los
liceos venezolanos estaban muy politizados. Yo no sé en que otro lugar del mundo
puede existir ese clima, pero en Venezuela, en general, ha existido por lo
menos desde los años 50. Fíjate, en el Liceo teníamos cien militantes del
movimiento político Ruptura, cien. En toda la región sur teníamos trescientos
militantes liceístas, de doce, trece, catorce años. Estos son los inicios de mi
militancia política, que después va evolucionando. Ya he dicho que había mucha
represión en esa época, mucha persecución. Había muchos asesinatos de jóvenes y
mucha lucha. Y yo me formé no sólo en las luchas estudiantiles, sino también en
la lucha de los barrios.
EVT: Pero la juventud no solo se interesa en la política… Le preguntamos
qué otros intereses tenía Nicolás Maduro en esa época, si hacía algo más que
estudiar y militar…
Yo era
deportista, practicaba muchos deportes, pero me dediqué con mayor disciplina al
béisbol. Llegué a estar en varias selecciones de béisbol nacional, en la
delegación de la capital, y también en una selección nacional de béisbol
juvenil. Como yo tenía facilidad para el deporte, y además desarrollábamos
otras actividades culturales en los barrios, formamos grupos de muchachos,
jovencitos, que practicaban fútbol, béisbol, nosotros los animábamos, los
organizábamos, los dirigíamos. También hacíamos cineclub, teatro popular. Música
popular, salsa, rock, un poco de todo.
Yo toqué
en varios grupos de salsa y organizamos el Movimiento de Jóvenes Rockeros de
Caracas, allá en los años 80. En Venezuela se dio un movimiento de rock
bastante interesante en aquellos años. Yo era miembro del grupo Enigma, por ahí
hay unos vídeos que han colgado en You Tube. Tocábamos rock duro… el alma de
ese grupo era un guitarrista venezolano al que hace muchos años que no he
visto, Carlos Carrillo, que aprendió a tocar la guitarra de oído, solo, en su cuarto,
escuchando a Led Zeppelin sobre todo. Él tocaba la guitarra igualito a Jimmy
Page, el guitarrista de Led Zeppelin. Era realmente extraordinario, un gran
guitarrista. Así que hacíamos todo eso, pero sin dejar la lucha revolucionaria;
sacábamos periódicos revolucionarios en los barrios.
Y luego
llegó el caracazo…
[Caracazo: el 27 de febrero de 1989 se desataron fuertes protestas y
disturbios contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez. El gobierno ordenó una
dura represión, que protagonizaron las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional y
la Policía Metropolitana. Fuentes extraoficiales cifran los muertos en 3.500]
Cuando el
caracazo yo militaba ya en la Liga Socialista. Estábamos coordinados con los
movimientos populares de Caracas y de varias partes del país. El caracazo
sorprendió a todo el mundo. Venezuela venía acumulando en los años 80 pequeñas
explosiones sociales, en Mérida, en Oriente… ya desde el 84 se habían ido
produciendo alzamientos populares estudiantiles en varios lugares del país. Y
cuando Carlos Andrés Pérez gana las elecciones en el 88, y apenas gana anuncia
que va a establecer un acuerdo con el FMI para aplicar un paquete económico
neoliberal, es decir, privatizar la educación, la salud, las empresas
fundamentales del país, que va a desregularizar las condiciones de trabajo, y a
endeudar el país, se comenzó a respirar un clima raro, y el 27 de febrero
realmente sorprendió a todo el mundo. No fue solo un caracazo, fue un
venezonalazo en todo el país. Una aproximación a una insurrección general. El
sábado 5 de marzo todavía había combates por todas partes del país. La
represión fue a sangre y fuego. Quizás en Caracas, en lo que es la Gran
Caracas, es donde más se sintió. El pueblo salió a la calle a saquear, y fue
como un grito de basta ya a la amenaza del paquete neoliberal, a una década y
media de acumulación de miseria. La pobreza alcanzaba al 80% de la población.
La miseria total rondaba el 40%. Era una situación que el país ya no podía
aguantar. El caracazo creó una situación de ruptura social del pueblo
venezolano con la clase dominante, que tuvo su máxima expresión después en la
ruptura política que significó la insurrección militar bolivariana del 4 de
febrero del comandante Chávez. El 4 de febrero el pueblo dijo sí se puede y fue
el momento en que empezó a nacer una visión de construcción y conquista del
poder político en la inmensa mayoría de los venezolanos. En Venezuela estaba
podrido todo el sistema político. La izquierda estaba domesticada; los
dirigentes reconocidos de la izquierda, salvo excepciones, estaban domesticados
por el sistema, comprados. O cansados de luchar. Y Chávez le imprimió un
liderazgo absolutamente renovador a la política venezolana y constituyó desde
el primer día un liderazgo revolucionario. Revolucionario, nacionalista,
independentista, bolivariano. Constituyó otra forma de hacer política que
expresó la psicología colectiva de un país que buscaba una transformación
profunda, un país que ya no creía en nadie, ni siquiera en sí mismo. Un país
que comenzó a creer desde la esperanza de Chávez.
Pero, ¿cómo llegó Nicolás Maduro
a conectar con Hugo Chávez? ¿Cuándo?
En el año
90 ingreso en el Metro de Caracas y entro a formar parte del Metrobús, el
sistema de autobuses que forma parte del Metro de Caracas. Yo entré ahí para
trabajar siguiendo la estrategia que teníamos en la Liga Socialista para
construir fuerza sindical de clase, revolucionaria, en las empresas
fundamentales del Estado venezolano: las empresas básicas de Guayana, la
empresa eléctrica nacional, el Metro de Caracas, la empresa petrolera. Se
elaboró un plan para desarrollar en ellas fuerzas revolucionarias sindicales, e
ir sumando con las fuerzas populares de los barrios, las fuerzas campesinas. La
idea estratégica que compartíamos era que todo eso confluyera en una
insurrección general contra el sistema.
En el año
91, en agosto, estaba conduciendo mi autobús por la zona de Bellas Artes, en la
ruta 4-21, una ruta que utiliza sobre todo la clase media caraqueña. Era
mediodía y me faltaba dar una última vuelta cuando veo a un tipo ahí, en la
puerta del autobús. Era un amigo mío que hacía tiempo que no veía. Ezequiel. Yo
lo había conocido en mis años de liceísta, en los años 70. Hacía mucho que no
lo veía. “¿Qué haces aquí?”, le dije. “Necesito hablar contigo muy urgente”,
respondió. Algo importante debía ser para que me buscara y me encontrara en el
autobús. Y efectivamente, di la vuelta que faltaba y después nos fuimos a
almorzar a una arepera que quedaba cerca de la parada, por Bellas Artes.
Recuerdo que tomamos una sopa de gallina y unas arepas.
“Y en que
estás metido ahora? ¿Por qué me quisiste encontrar?”, le pregunté. “Bueno
Nicolás, he contactado con un grupo de militares que se van a alzar en armas
contra Carlos Andrés”. Así, a las primeras de cambio. Yo me le quedé mirando…
“¿Tú estás seguro”, le dije. Habíamos perdido mucha gente en trampas… “Va a ser
una trampa, te quieren joder”, pero él dijo que no, y empezó a contar. No sé si
en España es así, pero acá en Venezuela todo el mundo lo sabe todo, y él sabía que
había dos líderes, uno que parecía un cura, que controlaba Occidente, que
resultó ser Arias Cárdenas, y el otro, así me lo dijo, con esas palabras, era
un tropero, que mandaba tropa, y que era un seguidor de Bolívar, de Ezequiel
Zamora, y que cantaba canciones de Alí Primera. Y yo le dije que eso me parecía
una trampa. Y él me dijo que nos pedían que movilizáramos a nuestras pequeñas
fuerzas sindicales. “¿Y cuándo va a lanzarse eso?” le pregunté. “En dos o tres
meses”, me contestó. Eso era agosto del 91. “¿Y que podemos hacer nosotros?”,
le dije, y el me dio varias ideas, a cual más loca, lugares donde atacar. Y eso
me confirmó que podía ser una trampa. Así que le dije “Bueno camarada, esto me
huele a trampa, mira que nos van a matar… han matado a tanta gente”.
“Ezequiel”, le dije, “si esa gente existe y se alza en armas, el pueblo
venezolano les va a acompañar cien años, porque la gente está asqueada, y si
aquí hay un sector patriota de verdad en las Fuerzas Amadas, y se alza en armas
ten la seguridad de que el pueblo les acompaña”. Nos despedimos, y pasaron los
días y no lo volví a ver. Él me fue a buscar, pero no me encontró, no coincidió
conmigo en ningún trayecto. Y en diciembre hubo rumores de que habría un
alzamiento militar para el 16 o el 17 de diciembre. Después nos enteramos de
que sí hubo realmente proyectos para alzarse el 17 de diciembre. Luego llegó el
rumor de que ese intento se disipó, así que encontré de nuevo a Ezequiel y le
pregunté qué estaba pasando. “Esto sigue, esto está montado”, me dijo Ezquiel,
“claro que va, lo que no sé es cuándo, porque no he tenido más contacto”, me
dice. Y no lo volví a ver hasta que el 4 de febrero, yo estaba trabajando por
la noche en mi línea 4-21, al llegar a casa ya muy tarde, a eso de las doce y
media, de repente sonó el teléfono. Era una hermana mía, que me explicó que
había un alzamiento militar contra el gobierno. Y yo pensé: “a ver quiénes son,
ahora empieza la persecución”, porque en América Latina lo tradicional es que
los golpes militares sean de derecha, y como aquí la crisis que había creado el
neoliberalismo era tan grande, cualquier cosa podía pasar. Entonces, por la
mañana avisaron que iba a hablar el jefe del golpe, y de repente en la
televisión aparece la imagen de un hombre moreno, flaco, la cara de cuchillo,
la boina roja, y habló y dijo lo que dijo…
[Lo que dijo empezaba así: Compañeros: Lamentablemente, por ahora, los
objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital…]
Pegué un
brinco casi hasta el techo. Y grité: “¡La cosa era verdad!” Dios mío… me quedé
con una cosa en el cuerpo… excitado, como quien se vuelve loco. Inmediatamente
salí a la calle. Claro, había que resguardarse, porque cada vez que pasaba algo
en el país siempre salían a buscar a un grupo de sindica listas cuya lista
tenía la policía política. Y ese día dormí en una concha…
[Una concha, una casa segura]
Chávez,
el 4 de febrero del 92 abrió un proceso histórico, partió la Historia en dos y
despertó una fuerza revolucionaria que ha logrado cambiar no solo el modelo
económico, político, social de Venezuela
Empecé a
buscar a Ezequiel, lo encontré, y buscamos el contacto con los militares, que
ya estaban presos. Y a partir de ese día yo, militante de la Liga Socialista,
me conecté con ese movimiento militar bolivariano, con Chávez, y desde la calle
trabajé en solidaridad con ellos. Luego nos preparamos para el otro alzamiento,
y ahí sí participamos directamente en la calle, el 27 de noviembre, ahí sí
movilizamos gente en muchas parroquias [barrios] en Caracas, pero al final nos
derrotaron militarmente.
[El 27 de noviembre de 1992 se produjo un nuevo intento de golpe de
Estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, apenas nueve meses después
del de 4 de febrero del mismo año. Participaron civiles y militares, y los
partidos políticos Bandera Roja y Tercer Camino].
Chávez,
el 4 de febrero del 92 abrió un proceso histórico, partió la Historia en dos y
despertó una fuerza revolucionaria que ha logrado cambiar no solo el modelo
económico, político, social de Venezuela, que ha evolucionado aceleradamente
hacia un planteamiento de socialismo nuestroamericano, sino que ha sacudido la
historia de América Latina y el Caribe como ningún otro proceso antes en 200
años.
¿Estamos entonces ante una segunda independencia de América Latina?,
preguntamos.
El
comandante Chávez había reflexionado sobre esto y decía que la independencia es
una sola. Que la independencia es continua, que no hay primera o segunda, sino
que es un solo proceso. Pudiera ser el segundo gran momento de la independencia,
de una nueva independencia de América Latina y el Caribe que, efectivamente,
desde el punto de vista histórico, si uno fuera estricto, habría que decir que
comenzó con la Revolución cubana. Con un proceso expansivo en cuanto a las
ideas, al ejemplo, a la fuerza real para transformar la sociedad y a la toma
del poder político por proyectos transformadores en esta etapa chavista.
En esta
segunda etapa Chávez tiene un peso fundamental, porque logró en un corto tiempo
–desde el 4 de febrero de 1992 hasta el 5 de marzo del 2013 han pasado 21 años,
un mes y un día– constituir un movimiento revolucionario, transformar la
sociedad venezolana, modificar la correlación de fuerzas con el imperialismo en
nuestro continente; fundar varias organizaciones dentro del concepto
bolivariano de los anillos de fuerza…
Los anillos de fuerza… convendría explicar eso para nuestros lectores
españoles, sugerimos.
El libertador Simón Bolívar
consideró varios anillos de fuerza desde el punto de vista geopolítico. El primer
anillo de fuerza, que llamó Colombia, lo creaba la fundación de una poderosa
nación de Repúblicas en donde hoy están Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela.
Porque Panamá era parte de Colombia, que llegaba hasta Centroamérica. Un
segundo anillo de fuerzas que el libertador visualizó era la alianza de esa
Colombia con la confederación del Perú y la recién creada Bolivia, que
prácticamente ocupaba una parte fundamental de Suramérica y parte de
Centroamérica. Tenía el Amazonas, el Pacífico, los Andes, el Caribe, fachada
atlántica… Ese era el segundo anillo, la alianza de Colombia, Perú y Bolivia. Y
un tercer anillo de fuerza él lo pensó y lo activó pero al final fracasó, fruto
del saboteo gringo. En el congreso anfictiónico de Panamá él pensaba crear una
gran confederación de Repúblicas independientes, antes colonias españolas,
confederadas en una sola. Iba a ir desde México hasta la Patagonia. Un bloque
de poder. Era el tercer anillo de fuerza. El comandante Chávez, rescatando la
doctrina y el pensamiento estratégico del Libertador avanzó en algo parecido.
Primer anillo de fuerzas: el ALBA y Petrocaribe. El ALBA, que es la alianza
política, económica, social, integral de un bloque que avanza en el socialismo.
Un segundo anillo de fuerza que son MERCOSUR y UNASUR. Un Tercer anillo de
fuerza que es la CELAC, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
Todo esto estaba ya en el pensamiento bolivariano. Quizás la diferencia entre
el ALBA y el proyecto de Colombia es la presencia de países y repúblicas de las
tres fachadas del continente, del Caribe, de Centroamérica y de Suramérica y
que no tenemos fronteras comunes. Pero poseemos la gran fuerza de la identidad
política e ideológica rumbo al socialismo en el ALBA, y Petrocaribe es una
poderosa alianza energética, económica, que ha servido como primer anillo de
fuerza para la constitución del nuevo Caribe en la nueva América Latina que hoy
existe.
El
segundo anillo lo constituyen MERCOSUR y UNASUR. Es decir, Suramérica, cada vez
más definida geopolíticamente y geoeconómicamente.
El tercer
anillo de fuerza, ya lo he dicho, es la CELAC.
Chávez
logró en 21 años liberar Venezuela y constituir un conjunto de anillos de
fuerza liberadores del continente. Y sin lugar a dudas, logró generar una nueva
referencia alternativa al capitalismo, al neoliberalismo, y rescatar la bandera
del socialismo para la humanidad. La figura de Chávez es trascendental para
entender el proceso histórico de América Latina, inclusive para entender el
pensamiento de Bolívar.
Como canciller, Nicolás Maduro jugó un papel importante en la creación
de esos anillos… pero proseguimos hablando de su relación con Hugo Chávez.
La
primera vez que vi físicamente a Hugo Chávez fue el 16 de diciembre de 1993.
Estuve en la cárcel de Yare, visitándolo con un grupo de compañeros. Verlo en
persona me impresionó. Tuvimos una reunión como de una hora. “Para qué vienen
ustedes”, nos preguntó. Éramos dirigentes sindicales del Metro. Yo le dije:
“Bueno, queremos saber cuál es tu estrategia”. Sabéis, nosotros los caraqueños
directamente nos tuteamos. “Queremos saber qué podemos esperar de ti para el
futuro”. Y él no paró de hablar durante 50 minutos. Sobre su cama estaba el
libro Un grano de maíz, de Tomás Borge, la conversación con Fidel Castro. Y
estaba lleno de papelitos intercalados en muchas páginas. Eso me alegró, porque
Fidel Castro era un referente moral para América Latina y para el mundo, un
fenómeno de la política mundial y de la Historia. Chávez no paró de hablar todo
ese tiempo, con una gran coherencia, de todo lo que había que hacer desde ese
día. Estaba seguro de que iba a salir pronto de la cárcel. Contó todo lo que
había que hacer en la calle, que había que avanzar en la construcción de un
poderoso movimiento de masas, continuar la construcción del movimiento militar
bolivariano en las filas de las Fuerzas Armadas, construir fuerza popular para
una posible insurrección. Y abrir el espacio por si se diera la posibilidad de
una salida pacífica. Explicó todo eso, y yo salí de allí brincando igual que en
febrero del 92. Salí muy emocionado, muy motivado. No tenía dudas de su
personalidad por lo que había conocido de sus cartas, pero ese día, el 16 de
diciembre del 93, sellé un compromiso espiritual con él. Yo me voy con este
hombre para donde él vaya, me dije. Y así fue.
Lo
trasladaron al hospital militar por un problema de salud, y el 26 de marzo del
94 quedó en libertad. Era el sábado santo. Desde ese sábado estuve al lado
suyo, trabajando en mil cosas. El me llamó a finales del 94 para que entrara a
formar parte de la dirección nacional del Movimiento Bolivariano Revolucionario
200, que él había fundado en el 82 y que ahora había reorganizado. Ahí lo
acompañé como un año y medio, siempre yo metido en las luchas sindicales.
En esos
años se dio en Venezuela la reforma de la ley laboral, y nos robaron el derecho
a lo que llamamos acá las prestaciones sociales en marzo del 97. Y él encabezó
las luchas. Fueron años de mucha represión, del 94 al 98, y como decíamos entre
nosotros, cuando no estabas preso es que nos estaban buscando. Teníamos encima
a la policía política en cualquier cosa que hiciéramos. Hasta en un bautizo te
entraba la policía política.
Después,
en el 95, Chávez planteó una consigna: “Por ahora, por ninguno. Constituyente
ya”. Porque había elecciones a alcaldes y gobernadores, y él dijo que no
debíamos desgastarnos en ellas. Íbamos a perder tiempo, decía, y dividir unas
fuerzas que aún no hemos acabado de construir. Él ya veía que la solución para
el país era una Asamblea Constituyente. Una Constituyente popular,
plenipotenciaria, revolucionaria.
El año 96
fue un año muy difícil para nosotros, hubo mucha represión, y el planteó a
finales de ese año ir preparando las elecciones del 98. Mucha gente no estuvo
de acuerdo, pero bueno, los compañeros cedieron, y en el año 97, el 19 de
abril, convocamos una asamblea nacional del MBR200
El año 96
fue un año muy difícil para nosotros, hubo mucha represión, y el planteó a
finales de ese año ir preparando las elecciones del 98. Mucha gente no estuvo
de acuerdo, pero bueno, los compañeros cedieron, y en el año 97, el 19 de
abril, convocamos una asamblea nacional del MBR200, con 500 delegados que
vinieron de todo el país, en Valencia, la capital del estado de Carabobo, y
allí decidimos lanzar la candidatura del comandante Chávez e impulsar un nuevo
movimiento político que sirviera para alcanzar la victoria y, además, hubo una
tercera decisión: impulsar una amplia alianza política electoral.
Y fue lo
que hicimos. Nos lanzamos en el 97. La oligarquía confiaba en que Chávez no
pasaría del 10%. Entonces fundamos el Movimiento Quinta República, MVR. Ese
nombre lo puso él. Se hizo una comisión para elegir el nombre y él propuso ese.
El planteamiento básico era participar en las elecciones para convocar una
Constituyente que impulsara una revolución democrática y pacífica en el país.
En enero
del 98 tenía 6 puntos en las encuestas. En febrero 10. La burguesía decía que
Chávez no pasaría del diez. Pero luego llegó al 20, 30, 40. En julio ya tenía
cuarenta y pico. Ya era un fenómeno electoral. Se fueron derrumbando todas las
candidaturas de la burguesía, y ganamos las elecciones con el 56% de los votos.
En esas
elecciones yo salí electo diputado al último Congreso de la IV República y me
hicieron jefe del grupo parlamentario, de la bancada. Y acompañé al comandante
hasta que nos tocó renunciar para convocar la Constituyente.
Se
celebró un referéndum para que el pueblo dijera si estaba de acuerdo en que se
convocara una Asamblea para redactar una nueva Constitución. Y en ese referendum,
en una segunda pregunta, se le consultó al pueblo el método electoral para
elegir a los constituyentes. Era un método completamente diferente al utilizado
hasta entonces para el Congreso. En el referéndum casi el 80 % aprobó hacer la
Constituyente. El 25 de julio del 99 se eligió la Asamblea Constituyente. Se
redactó la nueva Constitución, se llevó al debate público y el 15 de diciembre
del 99 el pueblo la votó. Hubo una campaña brutal, en la que la oposición
acusaba a la Constituyente de ser abortista, que prohibía la propiedad privada,
eliminaba la libertad de expresión, la libertad religiosa, mil cosas decían,
pero la Constitución fue aprobada por el 71,78 % de los venezolanos. Y así
empezó el proceso democrático revolucionario. Luego a mí me eligieron diputado.
Fui diputado casi ocho años. Presidí varias comisiones de trabajo, fui
presidente de la Asamblea Nacional, y en agosto de 2006 el presidente me llamó,
y me nombró canciller.
El vehículo penetra raudo en el aeropuerto por una puerta lateral.
Nicolás Maduro lo detiene junto a la escalera de acceso al avión presidencial.
Descendemos. De repente advertimos que el presidente ha desaparecido, ya no
está con nosotros. Lo vemos a unos cien metros: se ha acercado a la gente que
estaba allí aguardando para saludarlo. ¿Cómo diablos ha llegado hasta ellos tan
rápido? Regresa, sube al avión. Se introduce en la parte de atrás y lo perdemos
de vista. Veinticinco minutos después aterrizamos en Maiquetía, el aeropuerto
de Caracas. Un automóvil espera al presidente, que nos invita a acompañarlo. De
nuevo conduce él mismo el vehículo. Arrancamos hacia Caracas, grabadora en
ristre. Con el volante entre las manos, Maduro retoma la conversación donde la
habíamos dejado
El
comandante me llamó el 7 de agosto, por la noche. Quería hacer algunos cambios
en el Gabinete, y ya antes me había preguntado por el curriculum de varios
diputados, con la idea de nombrar ministro a alguno de ellos. Teníamos mucho
contacto en esos días. Fue durante la última guerra que hubo en Beirut, con la
agresión de Israel, que finalmente fue derrotado por Hizbulá. Me llamó ese
lunes, serían como las ocho de la noche, y me empezó a hablar de política.
Después me comentó que el canciller, Alí Rodríguez, estaba enfermo y que iba a
tardar unos meses en recuperarse. Yo empecé a darle vueltas a algún nombre que
proponer para la cancillería, por si me lo preguntaba. Pero él se adelantó
diciendo que necesitaba resolver ese problema, y que había pensado en mí como
canciller. Él me dijo: “necesito un canciller, pero que sea un compañero de
lucha, que esté a mi lado como un compañero, que sea más que un canciller”.
Jamás en mi vida había pensado que podría llegar a ser canciller. Jamás. Una
vez, en el 2001, me habló de la posibilidad de que yo asumiera el Ministerio de
Trabajo, y como yo era dirigente sindical eso me hubiera sido más fácil. Pero
lo único que le pregunté es: “¿Presidente, usted ha pensado bien eso?” Y él me
dijo que lo haba pensado muy bien. “Incorpórate mañana mismo”, me dijo. Y al
otro día fui a la Asamblea, renuncié a mis cargos como diputado y Presidente de
la Asamblea, y me incorporé como canciller durante seis años y cuatro meses.
Fueron años de mucho combate en el campo internacional, con la construcción y
consolidación del ALBA; la consolidación de Petrocaribe; la fundación, el 17 de
abril de
2007, en
Margarita, de UNASUR; la fundación, el 2 y 3 de diciembre de 2011 de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños, CELAC; y en general del
fortalecimiento de la alianza estratégica con Rusia, China, Irán, Bielorrusia,
India, todo el mapa que hemos constituido.
Años difíciles, soportando la hostilidad del imperio, ¿no?
Fueron
años complicados, porque Venezuela está en el epicentro de una batalla por un
mundo nuevo, una batalla contra el imperialismo, a nivel de América Latina y
del mundo. Y en esa batalla fui conociendo aún más a Hugo Chávez, como ser
humano, como líder, como persona muy exigente. Era muy exigente. Daba ejemplo,
pero él tenía siempre claro lo que quería y cómo conseguirlo. Era un hombre de
acción, en eso se parecía mucho a Bolívar, en el sentido de privilegiar la
acción. La acción como centro de la vida, de la reflexión, de la formulación de
ideas, de la filosofía, de todo… Era muy estudioso, muy inteligente. Y además
tenía una virtud, que también la tiene Fidel Castro, que es convertir lo
complicado en simple, y transmitir, comunicarse con su lenguaje con las grandes
mayorías. Chávez logró convocar, para la política, a las grandes mayorías del
pueblo. Lo convocó para grandes tareas. Para una nueva independencia. Y dejó a
un pueblo formado, dejó a un pueblo con grandes valores. No podemos decir que
la revolución está consolidada totalmente, pero ha avanzado un importante
trecho en la posibilidad de hacerse irreversible, un largo trecho en lo
ideológico, en la formulación de nuestra ideología. Nosotros tenemos una
ideología revolucionaria, bolivariana, socialista. Tenemos un cuerpo doctrinal.
Tenemos un proyecto nacional de patria, de país, que es de patria grande, articulado
con una visión del mundo. Es imposible hacer la revolución tratando de
trascender el capitalismo y de construir la sociedad socialista pensando en un
solo país… Eso es imposible. Si no se piensa en la Humanidad, el socialismo
será imposible. Hay que tener una visión que englobe el mundo, a toda la
Humanidad. Y de la región que te concierne, en este caso América Latina y el
Caribe, y hay que propugnar fuerzas en el campo internacional que hagan viable
el socialismo. Si no, es imposible. En ese sentido Trotsky tuvo razón. Aunque
Lenin también, porque si Lenin no hubiera consolidado la revolución bolchevique
no se hubiera podido avanzar en nada. En ese debate que se dio hace cien años,
trayéndolo a la actualidad, Hugo Chávez optó por la idea de la revolución
permanente en términos prácticos. La revolución de todos los espacios, de todos
los días, la revolución en distintas dimensiones, la dimensión venezolana, la
latinoamericana revolucionaria, la latinoamericana independentista, las
alianzas con las fuerzas antiimperialistas del mundo. En esos años yo logré
compenetrarme mucho con él desde el punto de vista humano, político, y conocer
profundamente las ideas que configuraban el proyecto de Hugo Chávez. Yo ando
ahora cumpliendo muchas tareas, y es como si él me hubiera estado preparando
para esta batalla; pero me parece que también preparó al pueblo; nos preparó a
todos. Nadie puede sentirse individualmente preparado para esta batalla que
estamos dando, pero él nos preparó a todos para esta batalla.
Le preguntamos: Estando al frente de la cancillería, ¿cuál fue el asunto
más espinoso al que se tuvo que enfrentar?
La
posibilidad de una guerra con Colombia. En julio del 2010 Uribe preparó la
agresión. Varios organismos de inteligencia latinoamericanos nos hicieron
llegar información de primera mano que, cotejada con la nuestra, nos dio las
coordenadas de dos ataques posibles, y sus fechas, para abrir un frente de
guerra con Venezuela en los días previos a la toma de posesión de Juan Manuel
Santos a la Presidencia. Ese fue el momento más peligroso. Nosotros lo
denunciamos, UNASUR se pronunció, yo hice una gira relámpago recorriendo todos
los países de Sudamérica en dos días, y el presidente Chávez estuvo dirigiendo
personalmente esa coyuntura. Tuvimos todas nuestras fuerzas armadas, todo
nuestro sistema de detección de radares, de defensa, activados.
Hicimos
una gran labor diplomática y política, y le impedimos a Uribe atacar Venezuela.
Lo derrotamos en el campo político y diplomático. Y también en el campo militar,
porque los militares en Colombia se negaron a llevar a cabo esa operación
contra Venezuela. Ese fue quizás el momento más complejo de todos los momentos
que me tocó vivir como canciller de Chávez.
Pero luego el Presidente empezó a dar señales de que estaba enfermo, y
finalmente Nicolás Maduro pasó a ser Vicepresidente…
Sí,
empezó una etapa dura y difícil para el comandante cuando empezó a sufrir
fuertes dolores que le afectaron a una rodilla, a una pierna, lo que en algunos
momentos le impidió caminar. Pensamos que era un problema muscular, otras cosas
se pensaron, hasta que llegó el momento del examen, cuando se descubrió lo que
se creyó que era un tumor abcesado de fácil solución. Lamentablemente después
se comprobó que era un tumor cancerígeno muy grande, muy agresivo, que se había
desarrollado en poco tiempo, y que le afectó mucho durante 2011 y 2012. En sus
dos últimos años de vida estuvo seriamente afectado por las operaciones, los
dolores, los tratamientos, y así y todo estuvo siempre al frente, al mando de
la revolución, siempre pendiente de los problemas fundamentales del pueblo, de
la construcción del socialismo, de los problemas importantes en el campo
internacional. No descuidó ningún frente. Aunque es cierto que disminuyó su
ritmo para atender y mantener la dinámica de la revolución bolivariana. Por
ejemplo, en la campaña electoral; él mismo nos dijo que se sentía como si un
boxeador hubiera salido al ring amarrado de una mano. Él peleó con una sola
mano. Y ganó ampliamente. Pero de todas maneras estuvo muy afectado toda la
campaña, sufriendo dolores. Los exámenes médicos que se le hicieron en esa
época, hechos con las más modernas tecnologías, dieron como resultado la
ausencia de células cancerígenas. Ni una sola. Sin embargo, terminadas las elecciones
y después de ese gran triunfo del 7 de octubre del 2012, los dolores se
incrementaron. Octubre y principios de noviembre fueron meses de muchos
dolores, y cuando se fue de Venezuela para someterse a un nuevo tratamiento, se
descubrió que el tumor cancerígeno se le había reproducido en el mismo lugar, y
es cuando él indaga la peligrosidad de la operación que le iban a hacer. Bueno,
sucede entonces todo lo que ya es conocido. Enfrenta el riesgo evidente de
someterse por cuarta vez a una operación en el mismo lugar. Una operación con
mucho riesgo, y él decide prepararlo todo por si acaso.
¿Era consciente Hugo Chávez de la gravedad de su situación?
Él nunca
falló en su intuición. A todas las operaciones anteriores fue con espíritu de
victoria y seguro de salir bien. El día en que se enteró de esta cuarta
operación habló con los médicos; intuía que era el final. Me llamó el domingo 2
de diciembre. Yo estaba revisando los arreglos del nuevo Panteón de Bolívar, y
utilizó una clave que habíamos acordado los dos. Eran malas noticias; eso fue
un golpe… yo no sabía hasta qué grado, uno siempre es optimista, pero me dijo
“Mándame una comisión”. Y yo la mandé. A La Habana. Fueron Diosdado Cabello,
Cilia [compañera de Nicolás Maduro y diputada], Rafael Ramírez, y allí estaba
ya su yerno, Jorge Arriaza. Eso fue, si mal no recuerdo, el 3 y 4 de diciembre.
Estuvieron hablando con él dos días. Y les dijo todo lo que había pensado, el
plan que tenía. Les dijo que en caso de que él faltara, que yo me encargara de
preparar una convocatoria electoral, y dejó arregladas muchas cosas de tipo
personal, político, muchos detalles, y mandó que la comisión regresara a
Venezuela. Llegaron en la madrugada del 5 de diciembre, y fue cuando me dieron
la noticia de lo que iba a pasar, la operación, y lo que él había decidido. Eso
fue para mí uno de los golpes más fuertes que recuerdo. Un golpe muy duro…
saber que el comandante está en esas circunstancias… Creo que de algún modo me
mandaba un mensaje para prepararme, para que yo no recibiera de repente el
golpe, que pudiera digerirlo. Siempre era muy cuidadoso en todo. Y me mandó
llamar. Fui para allá el 5 de diciembre. Llegué sobre las 8 de la noche y
estuve con él hasta las cinco o las seis de la mañana del 6, y él conversó
largamente. Testigo de esa conversación fue Jorge Arreaza, que lo anotó todo.
Fue una conversación muy difícil, angustiosa, él seguía dándome instrucciones
sobre muchas cosas. Se iba al futuro, me lo explicaba, y luego regresaba a
donde estábamos. Yo casi no pude hablar, estaba muy impactado, era como una
despedida. Y ahí él decidió regresar a Venezuela para explicar eso y muchas
cosas más; al final no llegó a explicarlas todas, porque nosotros le dijimos
que no hacía falta. Aterrizamos en el aeropuerto de Caracas sobre la medianoche
del 6 al 7 de diciembre; yo subí en el carro con él hasta su residencia en
Miraflores. Íbamos hablando, él seguía dándome instrucciones como si no pasara
nada. Que si no se ha inaugurado esto, que si se tenía que hacer tal cosa…
venía muy motivado, pero los dolores eran una cosa terrible. El 7 descansó,
aunque lo pasó con muchos dolores, y el 8 nos reunimos, estudiamos la situación
desde el punto de vista constitucional, y habló, y dijo lo que tenía que decir.
[Y lo que dijo fue: si algo ocurriera, que a mí me inhabilite para
continuar al frente de la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela,
Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir como manda la
constitución el período, sino que mi opinión firme y plena, irrevocable, absoluta,
total es que en ese escenario, que obligaría a convocar a elecciones
presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República
Bolivariana de Venezuela.]
Luego se
fue para ser operado, y en un momento dado de la operación casi se fue. El
pueblo vivió aquello con mucho dolor.
¿Y la
derecha? La derecha no cesó ni un momento de provocar al pueblo. Querían, en el
caso de que se produjera un fatal desenlace, que el pueblo saliera a las calles
como loco, que Venezuela entrara en una espiral de violencia. Nosotros hicimos
un trabajo para extraerle al pueblo el odio que le estaban inoculando desde la
derecha. En esas circunstancias, y como yo desempeñaba dos cargos, el de
Vicepresidente –me había nombrado Vicepresidente antes de irse, en Octubre–
surgió la propuesta de nombrar canciller a Elías Jaua, la cual él aprobó
inmediatamente, y a partir de ahí Elías asumió la cancillería y yo la
Vicepresidencia, en medio de aquellas circunstancias tan dolorosas, con aquella
incertidumbre, con momentos de mejoría del comandante, con otros muy difíciles
que nos tocó afrontar, y teníamos que prepararnos para lo que nunca pensamos
que llegaría a pasar. Hasta el último segundo de ese día 5 de marzo tuvimos la
esperanza de que él superaría esas circunstancias.
Estamos ya en las afueras de Caracas. En un paso cebra se agolpa un
grupo numeroso de personas, retenidas por un policía de tráfico que ha
advertido que se trata del coche del presidente. Pero este se detiene y le
indica al policía que permita el paso de la gente. Un poco desconcertado, el
agente les da paso. Reemprendemos la marcha.
El
objetivo del gobierno de calle es movilizar al pueblo y poder identificar los
problemas fundamentales y comprometer los recursos y las acciones para su
solución.
La
derecha fue preparándose para iniciar un proceso de desestabilización económica
que se rematara con una desestabilización social y política. El imperialismo y
sus aliados venezolanos siempre estuvo ansiando acabar con la revolución, e
intentaron acabar con Chávez por todas las vías posibles: golpe de estado,
magnicidio, elecciones, pero no pudieron conseguirlo por ninguna de ellas. Pero
ahora planificaron, sabiendo la gravedad del comandante, aprovechar la
coyuntura para organizar el caos. Y efectivamente causaron mucho daño. Estamos
superando todavía parte de los efectos de un sabotaje económico brutal, que es
difícil que otro país soportase, con desabastecimiento, especulación, una
guerra económica contra el país. Una guerra que se desató en noviembre y prosiguió
en diciembre, enero, febrero, marzo… Cuando muere el comandante y se convocan
las elecciones el nivel de desabastecimiento era terrible, y producto del
saboteo económico. Sabotearon el sistema eléctrico, que en todos los países es
vulnerable. Y utilizaron un conjunto de mecanismos de guerra psicológica para
provocar la ira, el odio del pueblo. Enfrentamos cada uno de esos elementos
diciéndole la verdad al pueblo, convocándolo a la batalla, a la movilización
permanente. La victoria electoral que obtuvimos el 14 de abril se produjo en
medio del luto por la tragedia. Un luto paralizante en medio de una guerra
eléctrica en la que yo llegaba a un Estado sin luz y me iba de él sin que la
luz hubiera vuelto. Sufrimos una guerra económica brutal. Movilizamos al
pueblo, y obtuvimos la victoria. Y luego pusimos en marcha una metodología de
gobierno popular que hemos llamado gobierno de calle. El objetivo del gobierno
de calle es movilizar al pueblo y poder identificar los problemas fundamentales
y comprometer los recursos y las acciones para su solución. Con esa metodología
hemos aprobado en los primeros cien días de gobierno más de dos mil proyectos
surgidos del contacto directo con el pueblo al recorrer todo el país. Hemos
invertido en estas jornadas de gobierno de calle más de 16.000 millones de
dólares en proyectos de desarrollo económico, de infraestructuras, de vialidad,
de vivienda, agroindustriales, de educación, de salud. Es una revolución dentro
de la revolución. Un cambio profundo en los métodos de dirección de la
revolución bolivariana, con la construcción de una dirección colectiva, porque
sustituir en la conducción de la revolución un liderazgo tan poderoso, tan
convocante como el de Chávez es casi imposible. Y eso sólo puede hacerse con
una gran fuerza colectiva cívico-militar. Lo que yo he hecho es eso: activar
una nueva dirección política colectiva de la revolución. Hemos activado una
gran fuerza colectiva cívico-militar. Las Fuerzas Armadas, ustedes mismos lo
han podido ver hoy, constituyen una fuerza revolucionaria, dinamizadora de la
revolución socialista. Una fuerza comprometida con el socialismo,
antiimperialista, comprometida con la patria. Conscientemente comprometida,
disciplinadamente comprometida. Quizás uno de los regalos más completos que nos
dejó el comandante Chávez para la continuidad de la revolución bolivariana.
Hemos
logrado neutralizar y derrotar la conspiración de la derecha. Ahora estamos
estabilizando y consolidando la revolución en una nueva etapa. Creando nuevos
mecanismos para profundizar en la construcción del modelo económico socialista,
del modelo social que garantice educación pública gratuita, salud pública
gratuita, derecho a la alimentación, que garantice el derecho al trabajo, a una
remuneración justa, suficiente… Una revolución que garantice con el desarrollo
y la prosperidad económica el desarrollo y la prosperidad social, la igualdad
social, ese es el objetivo del socialismo bolivariano.
El coche se detiene ante la puerta de la residencia del presidente.
Descendemos. Llevamos casi dos horas de grabación, pero ¡quedan tantas cosas en
el tintero! Entramos. Sobre una mesa, fotografías de Chávez, una figurita del
cantautor Alí Primera, una imagen de un santo. Maduro las señala.
Este es
san Benito, un santo negro. Y este Alí. En alguna medida Alí construyó con su
canto, con el movimiento cultural que él encabezó, el ideario de la revolución
bolivariana. Era un líder popular, un gran agitador; Alí llenaba un estadio
cuando la izquierda no movía a nadie, y volvía loca a la gente, entusiasmada,
cuando hablaba y cantaba. Cantaba el himno nacional siempre, y en medio del
himno se dirigía a la gente.
Chávez no
llegó a conocer a Alí, pero los militares patriotas lo escuchaban. Que lo
escuchara un militar en activo era una osadía, Alí estaba perseguido por el
sistema. Pero fue el primer hombre de izquierdas que con su canto llegó al
pueblo. Tenía una personalidad parecida a la de Chávez.
Nos sentamos para una última pregunta. Son las nueve de la noche; el día
ha sido largo. Le preguntamos por España, por la Unión Europea, por la
posibilidad de una posible alianza que deje atrás el neocolonialismo, por la
multipolaridad.
La Unión
Europea fue una gran esperanza porque parecía que surgía un bloque de países
capaz de constituir un contrapeso al poder hegemónico de EEUU. Nadie duda que
EEUU constituye un proyecto imperial, hegemónico; es un país que tiene casi mil
bases militares repartidas por el mundo. Nadie duda ya de la vocación
imperialista de la elite que dirige EEUU.
Lamentablemente
las elites que dirigen la mayoría de los gobiernos de Europa han sucumbido, en
cuanto a su política exterior, a una extraña dependencia de los EEUU. Y es
extraña porque no tiene explicación ni económica ni de tradición política. Las
elites que gobiernan Europa actúan a contracorriente de los intereses reales de
los pueblos de Europa y de los intereses de la Humanidad. Lo que han hecho
recientemente, arrodillarse frente al gobierno de EEUU con el caso del joven
Snowden no tiene parangón. Lo que le hicieron al presidente Evo Morales, un
jefe de estado de América Latina, desesperados por cumplirle al gobierno de
EEUU en su locura por capturar a Snowden marca un antes y un después.
Existe
una gran lucha en torno a lo que tú llamaste multipolaridad, el mundo
pluripolar, y esa lucha implica una transición. Toda transición está hecha de
avances y retrocesos. A veces puede parecer que estamos retrocediendo hacia un
mundo unipolar, cuando EEUU somete a países tan poderosos como los de Europa.
Pero lo peor es que los somete a través del BM y del FMI llevándolos a una
política económica de autodestrucción. No debe quedar ninguna duda: a Europa la
están destruyendo desde dentro. Están destruyendo su base económica. Su modelo
social. La están llevando a las puertas de una grave implosión, que puede ser
incontrolable. ¿Cuánto va a tardar en llegar el momento en que se produzcan
grandes explosiones de masas? No lo sé. Nadie lo sabe. Pero la situación es
inaguantable para los pueblos. Los paquetes económicos que están imponiendo a
la gran mayoría de los países europeos son inaguantables. América Latina no los
aguantó, explotó en mil pedazos, y surgió esta revolución que estamos viviendo
de una nueva independencia.
La
alianza natural para un mundo de paz tendría que establecerse entre Europa y
América Latina. Una alianza por el respeto a la democracia, a los derechos
humanos. De intercambio cultural, de cooperación para el desarrollo económico,
para compartir los grandes avances de la ciencia para el bien colectivo, para compartir
esta hermosa diversidad cultural y humana que posee América Latina, de puertas
abiertas para Europa. América Latina ha demostrado ser un continente
profundamente amigable. Aquí llegaron, ya hace más de cien años, contingentes
gigantescos de españoles, portugueses, italianos, por millares. Llegaron en las
décadas de los 40, los 50 del siglo pasado. Llegaron prácticamente sin nada, y
aquí prosperaron. América Latina es el continente de la esperanza, y Europa
debería ser un continente de paz, del futuro. Ojalá.
Aquí hay
un dicho que reza que no hay mal que por bien no venga. Es posible que el mal
del neoliberalismo al final pueda hacer un bien: despertar a los pueblos de
Europa, que vivían en el Estado de bienestar olvidándose de que existía el
resto del mundo, y puedan ver en el Sur la oportunidad de tener ahí a sus
hermanos. No vernos con desprecio, ni con desconfianza. Las revoluciones que se
han producido en América Latina tienen que ser vistas con interés, con
simpatía. Porque nosotros hemos descubierto fórmulas perfectamente válidas para
la construcción de sociedades realmente democráticas, educadas, cultas, libres,
verdaderamente prósperas. Uno no entiende porqué Europa abandona su derecho al
desarrollo económico para entregarse en manos del capital financiero. ¿Puede
más el capital financiero que los pueblos y los movimientos sociales de
tradición democrática y de lucha por la igualdad de Europa? No lo creo. ¿Puede
el poder financiero de cuatro bancos europeos, de cuatro ladrones, más que toda
la sociedad? ¿Qué piensa de esto la sociedad europea? ¿Qué piensan de esto los
intelectuales, las universidades? ¿Qué piensan los militares europeos? ¿Van a
dejar que sus países se destruyan? ¿Qué piensan los pueblos? ¿Van a permitir
que culminen una operación de desmantelamiento total de la estructura económica
y social? ¿Y cuál sería el futuro de Europa? ¿La miseria? ¿La emigración? Son
preguntas que suenan a catastróficas, pero estamos realmente frente a ello.
Cuando uno ve a Grecia paralizada tres días, en un gesto desesperado de toda
una sociedad porque les cerraron la televisión, porque echaron a miles de
empleados públicos, porque hacen lo que les da la gana todos los días,
reduciendo los salarios, las pensiones… ¿ese es el mensaje, ese es el futuro?
Después de esos paquetes económicos, ¿cómo entrever una esperanza?
Los
pueblos no se resignan a ser aniquilados. España tiene una historia gloriosa de
lucha por la democracia. Una historia gloriosa que incluso la llevó a derrotar
a Napoleón. Los pueblos no se resignan a ser colonias, ni a ser vasallos, y
menos del capital financiero. Porque a quien nunca le va mal es al capital
financiero, que se traga a los pueblos, a los países. Pero bueno, no hay mal
que por bien no venga. Quizás la práctica del neoliberalismo terminará en un
gran despertar, en un gran renacimiento de la Europa verdadera, la Europa de la
justicia y de la libertad. De la Europa revolucionaria. Porque la idea de las
revoluciones para refundar la Humanidad procede de Europa. La idea republicana viene
de la revolución francesa, y fue tomada por los libertadores. La metieron en el
laboratorio del mestizaje latinoamericano y la convirtieron en una revolución
autóctona.
Europa
tiene que retomar sus banderas, las del humanismo verdadero, y encontrar su
camino. Yo no tengo ninguna duda de que Europa encontrará su camino. Lo
emprenderá esa juventud que está ahora desempleada en las calles, los
profesionales a los que se les están arrebatando sus derechos, una clase obrera
que retome sus banderas históricas, la intelectualidad de izquierdas,
enarbolando las banderas genuinamente humanistas y de izquierda. Yo estoy
completamente seguro de que Europa va a construir su alternativa. Cada quien a
su forma y a su manera. Empujando rumbo al futuro. Porque quien no se atreve a
empujar duro rumbo al futuro, no tiene derecho a él.
Hubiéramos querido preguntar muchas más cosas: la relación con España
específicamente, con Colombia, con EEUU. Hablar de los esfuerzos que se están
llevando a cabo en la lucha contra la corrupción. De las medidas que se están
tomando en materia de seguridad, enviando patrullas militares a los barrios. De
cómo se va a combatir la inflación. De tantas cosas… Pero ya es tarde, y hay
que acabar. Tal vez el futuro nos depare la ocasión de poder formular todas
esas preguntas. Ojalá.