lunes, 5 de septiembre de 2011

EL DOLOR MAYOR DE ESTAS LÁGRIMAS, ESTAS PENAS, ESTOS GRILLOS




EL DOLOR MAYOR DE ESTAS LÁGRIMAS, ESTAS PENAS, ESTOS GRILLOS
 Si no sirve mi canción, pa que se encienda tu alma Quema entonces mi guitarra, pero que crezca la llama (bis)
Adiós en Dolor mayor canción, en dolor mayor adiós en dolor mayor canción, en dolor mayor
Ali Primera.

No hay palabras con este dolor, por eso me remito a la música de Alí Primera para condenar el retorno al colonialismo, que las naciones del hemisferio norte, le están imponiendo a sangre y fuego al resto del mundo. Da mucha pena, mucho dolor y también indignación, ira, rabia;  pero sobre todo una inexpresable impotencia, llena de lágrimas y de puñetazos al aire.
Han echado por tierra más de 3.000 años de civilización, de adelantos y conocimientos,  que nos habían permitido ir perfeccionando, muy lentamente y con muchos errores, rectificaciones, atrasos y adelantos, no lo podemos negar,  sociedades humanas capaces de respetar a la tierra, a la vida, al trabajo. Donde los conceptos y los valores de la  libertad, la identidad, la  igualdad, la democracia y la soberanía de los pueblos y las naciones  habían ganado terreno en la conciencia de los hombres y las mujeres del mundo.  
Cuando los fenicios hacen  1.100 años A.C. iniciaron en las costas del Mediterráneo la ocupación, por la fuerza, de suelos fértiles.  Esparta y Atenas fueron las dos potencias coloniales con que Grecia domino al mundo durante los siglos VI y V. Antes de Cristo. Luego se impusieron los cartaginenses que finalmente fueron derrotados por el Imperio Romano. Cuando estudiamos esa historia y  la más reciente de la conquista y colonización de nuestra América con todas sus interminables  cruentas guerras de conquista y de saqueos de genocidios, de tráfico y comercio de esclavos, de propiedad privada sobre las personas, jamás imaginamos que volveríamos a vivir esas tragedias. Que todavía persisten en algunos hombres los valores, la moral y la ética de la barbarie, del salvajismo y primitivismo de los albores de la humanidad precristiana. Donde el instinto de preservación y conservación de los humanos se convertido en codicia, ambiciones de dominación y posesión de la tierra, de la vida, de las personas, en irracionales odios e intolerancia  mantenían a las sociedades divididas en polos irreconciliables que solo podían vivir matándose unos a otros.
De nuevo las ambiciones, los odios, la irracionalidad de los poseídos por las fuerzas del oscurantismo, aplastan civilizaciones y culturas, ensangrentando la historia, desolando la sociedad, y devastando la tierra que dejaremos a lo que quede con vida  de  nuestros hijos y nietos después de  la lluvia nuclear. Esa imagen escalofriante  ahoga mis palabras, paraliza mis neuronas y entumece mis sentimientos.
Muy pocas son las voces que se han alzado en contra de este neocolonialismo desaforado, cínico, desmedido que se ha llevado por el medio toda legalidad, todos los derechos (hasta el de la propiedad), la legitimidad, la seguridad jurídica y todo el ordenamiento internacional y lo ha sometido a la voluntad y a los intereses económicos de la potencias militares de los EE.UU.
No logro explicarme, ni aceptar, ni entender cómo es que una parte de la humanidad  realiza, propicia, dirige, apoya o guarda un silencio cómplice, ante  el crimen de lesa humanidad que la OTAN comete contra el pueblo de Libia y que algunos venezolanos, celebren ese saqueo, ese robo,  se dejen dominar por el odio contra un gobernante y por los resentimientos políticos para hacer el papel de los “colaboracionistas” que siempre se ponen de parte de los invasores, para  proponer y propiciar una acción igual a la de Libia en Venezuela, con la ilusión de que los norteamericanos, una vez que nos invadan y ocupen nuestra patria, les entregaran el poder a ellos. Estos candidatos a gobernadores y alcaldes  de la MUD,  de todo pelaje, de aquí y de allá, sinvergüenzas, oportunistas  se olvidan o ignoran la historia, ninguno se atreve a condenar las invasiones y los saqueos dirigidos por la OTAN.   Los invasores someten y saquean a los pueblos, no hacen diferencias entre renegados, colaboracionistas, traidores, leales o traidores. A la hora de lanzar sus bombas y disparar sus fusiles, no hacen excepciones ni establecen diferencias.
Las bombas y los asesinatos en  Cuba, Panamá, Santo Domingo, México, Haití  Granada, Puerto Rico, Guatemala,, Honduras, Nicaragua,   Libia, Afganistán, Iraq, cayeron, caen y caerán  sobre todo el pueblo sin distingos de clases sociales, razas, religiones o credo político.
José Machete


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