sábado, 20 de octubre de 2012

ENTRE LA LEALTAD Y LA INCOMPETENCIA



Jose Machete VIEJO PERO VIGENTE 9 DE JUNIO DEL 2003 ENTRE LA LEALTAD Y LA INCOMPETENCIA
La historia de Venezuela está llena de deslealtades y de incompetencias. La deslealtad casi siempre es una tr
aición. La incompetencia es una incapacidad por ignorancia, inexperiencia o por la simple torpeza que penetró la conducta de muchas organizaciones y personalidades protagonistas de nuestra historia. La incompetencia es una insuficiencia que puede corregirse. La deslealtad es una felonía que no tiene perdón. Los dirigentes de Acción Democrática y de Copei fueron desleales con los venezolanos. Eso es lo que no olvidaremos nunca.
Creo que el gobierno actual, que las organizaciones aspirantes ha dirigir el proceso de cambios profundos que requiere Venezuela carecen de un suficiente nivel de competencia. Que son muchos y muy frecuentes los errores. Que ante los problemas las soluciones, respuestas y gestiones de los funcionarios públicos son demasiado aprensivas y reflejan el temor, el miedo a los verdaderos cambios. O en todo caso un inexcusable pavor a equivocarse y “ponerse en la mala” con el Presidente. Esta insensatez, esta falta de sindéresis por parte de los “carpinteros”, de los oficiales medios de la revolución, inmoviliza a la administración pública e impide por ejemplo: que se ataque con firmeza y eficacia a la corrupción, a la matraca, al desempleo, a la cultura política del reparto de los cargos públicos, al inexcusable retardo y obstáculos que ponen para los trámites en cualquier gestión ante la administración pública: Cédulas de Identidad, Placas para Automóviles, Pasaportes...
Una oposición responsable debería tomar estos problemas y proponer soluciones en vez de inventar dictaduras, amenazas a la libertad, a la democracia, a las creencias religiosas individuales. Propiciar el caos y la anarquía, la desconfianza, el saboteo económico y el obstruccionismo político. Tratando de sacarle punta a un chorro de agua para crear un país virtual, que solo existe en sus recalentadas cabezas y en las pantallas de la televisión. Luchando contra un régimen totalitario que no existe, asumiéndose y hablando en nombre de una mayoría indiscutible que no admite la posibilidad de perder unas elecciones. Mal indicio para quienes acusan al gobierno de planificar un arrebatón electoral. En el mejor de los casos se igualan a los extremistas que apoyan al gobierno. 
En estos días llegó a mis manos el libro la periodista Marta Harnecker “Hugo Chávez Frías un Hombre un Pueblo”. Sería muy bueno que tanto los adversarios al régimen como los que lo apoyan lo lean para que puedan opinar con conocimiento y propiedad de los errores, de los aciertos del gobierno. Del proceso, de sus debilidades y fortalezas. De sus aliados y de sus contrarios De sus verdaderas intenciones y de su proyecto. Por mi parte encontré varias historias contadas por el Presidente con mucha franqueza de sus propios errores, de sus equivocaciones. Con una gran nobleza pero sobre todo con mucha humildad narra algunos hechos de los que fue protagonista junto a otros dirigentes y organizaciones que puedo corroborar personalmente. Habla sobre el papel de Luis Miquilena y de su relación con él, sobre el golpe de estado en febrero del 1992 y el compromiso, que tenía la Causa R a darle apoyo con los trabajadores de Guayana y con la gente en la calle. De las conversaciones con Pablo Medina, Lucas Matheus y Andrés Velásquez. Sobre las dificultades para enfrentar la corrupción, de las razones para nombrar al General Lucas Rincón Ministro de Defensa después de haber anunciado la renuncia del Presidente. Habla sobre su decisión entre seguir por la vía armada y el rechazo a los procesos electorales o escoger la vía pacífica mediante la participación en las elecciones de 1998 y la convocatoria a una Asamblea Constituyente, como una forma de invocar la participación del pueblo para la construcción de la revolución y al mismo tiempo que sirviera como exorcismo contra las viejas estructuras y los aparatos que alimentan todos los vicios de la administración pública y de la indecente politiquería, heredada de los anteriores gobiernos y de los partidos políticos. Habla de la dificultades para impulsar los cambios por la vía pacífica y democrática de los oportunistas y obstruccionistas infiltrados en el gobierno. Esta es una de las cosas que más me llamó la atención porque en todos los procesos de cambio se les presenta a los dirigentes la dificultad de escoger a sus colaboradores y decidir entre los más leales o los más competentes y mejor preparados política e intelectualmente. Es allí donde se cometen los errores más costosos y puede estar el triunfo o el fracaso de un proceso revolucionario. Como en todo proceso político nada es fácil porque las circunstancias son las que determinan cuando es necesario decidir por la lealtad política y cuando es conveniente priorizar la eficacia y la competencia para gobernar. Porque muchas veces entre los leales hay incompetentes de sobra y cuando hacen falta la eficacia y la competencia sobran los abnegados que quieren cobrar sus “sacrificios”. Algunos son tan desleales como ineptos. Mucho más peliagudo es el problema cuando es un liderazgo individual quien asume el mayor peso en la conducción y en última instancia decide él en solitario, sobre la designación de sus colaboradores más cercanos. Porque a fin de cuentas es un ser humano con todas sus limitaciones que comete todos los errores de cualquier hombre decidido a vivir plenamente al servicio de una causa. Calibrar objetivamente las circunstancia y el momento adecuado para las decisiones minimizando equivocaciones y errores requiere un equipo de dirección muy compenetrado, con propósitos comunes capaces de trasmitir y compartir su experiencia y sus conocimientos. Creo que esa es la falla del gobierno y es su principal flanco débil.
Se deduce de la lectura del libro la falta de una organización, de un partido político capaz de convertir la comunión presidente – pueblo, en una articulación real, objetiva, efectiva y auténtica del proceso político, del proyecto social, de los planes económicos y su máximo líder. En otras palabras: el entusiasmo en decisión, la lealtad en actividad eficiente, el amor en fuerza trasformadora. Un partido político que permita a los trabajadores participar y asumir la responsabilidad que tienen frente a la historia y ante el pueblo de Venezuela. Con esto me estoy sumando a la proposición de construir un nuevo partido político para los trabajadores capaz de influir determinantemente en el proceso de cambios estimulado por el gobierno de Hugo Chávez. Que tome partido por los cambios, pero diferenciado claramente del apoyo incondicional al gobierno previniendo el avance del culto a la personalidad, corregir los errores que puedan torcer el proceso y reeditar experiencias que no tenemos porque repetir. Y también bien lejos de la oposición irresponsable, atolondrada, suicida, pusilánime que escogió la vía del golpe de estado, de la violencia, e impedir el baño de sangre que algunos de ellos proponen, para sacar al Presidente Chávez antes que cumpla su periodo Constitucional. 




JOSÉ MACHETE



9 DE JUNIO DEL 2003

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