lunes, 1 de abril de 2013

LA LEY DE LA VIDA Y DE LA MUERTE







La ley de la vida y de la muerte es inexorable y al mismo tiempo, caprichosa, voluble y frívola. No tiene reglamento ni obedece a nada ni a nadie. La figura que la representa y a la que le rinden culto las diferentes culturas y religiones, no tiene forma ni rostro definido. Es la mayoría de los casos es un simple esqueleto de mujer, con una guadaña en las manos. En México existe la “Santa Muerte” o “Santísima Muerte” aunque negada por la iglesia Católica Apostólica y romana es la patrona de los drogadictos, de las prostitutas y de los pequeños rateros. Es aceptada por la Iglesia Católica Apostólica Tradicional Mexicana Estadounidense. 

El miedo, según Emilio Mira y López es uno de “Los Cuatro Gigantes del Alma” y según Eric Fromm en su libro “El Miedo a La libertad” ese inmenso miedo es a la muerte, percibida esta, como la soledad total. Ese miedo ha sido utilizado por las sectas y religiones satánicas o teologales para atraer seguidores y feligreses a cambio de obtener la “vida eterna”. También las ideologías del despotismo y la dominación para adormecer a los pueblos… Esa Ley “tarambana” y antojosa, como mujer preñada, se llevo en un mismo espacio de tiempo tres vidas unidas a la mía. Un nonato al que ni siquiera le dio la oportunidad de ver la luz. Un hombre en plenas facultades con mucho que darle a nuestra madre tierra y a sus hermanos a quienes hace, y seguirá haciendo falta durante mucho tiempo, le aplico sus absurdos e incoherentes mecanismos prematuramente y por el insano gusto de demostrara que es implacable. Al mismo tiempo y en los mismos días de marzo, se llevo, después de varios años de condena, ella y las personas que la quisieron y la acompañaron en esos años, casi totalmente inutilizada postrada en una cama y en una silla de ruedas. Tres muertes paradójicas. Una no llego a vivir, otra murió en su plenitud y la otra “vivió” mucho tiempo después de cumplir lo que podríamos llamar “su ciclo vital”. 

Frente a la “pre muerte” de un niño sentí una gran estupefacción un estupor que me emboto los sentimientos y los pensamientos. No supe cómo explicarme yo mismo ni explicarle a mi hija tamaña “mezquindad divina”. Ante la muerte de Chávez sentí una indignación que se llevo por delante tolerancias, comprensiones y perdones. No le perdono ni le perdonare nunca, a nadie, esa muerte ni y a quienes la celebraron como si fueran sus asesinos. No me gustaría que nos quiten al hombre que conocimos y lo conviertan en un santo que hagan como hicieron con Jesús de Nazaret al que convirtieron y lo cargan para arriba y para abajo en un crucifijo que ya ni siquiera sirve para espantar demonios. 

La muerte de mi madre me dejo una mezcla de tristeza y alegría que todavía no logro aclarar ni asimilar. A pesar de que poco antes de su muerte tuvimos una larga conversación en la que como siempre chocaron sus creencias religiosas con mis convicciones y el tema de la vida y de la muerte estuvo presente a lo largo de toda la conversa. Le increpe a mi madre, que nunca dejo de ser orgullosa y vanidosa, la forma despótica con que algunas veces trataba a sus hijas a quienes tanto amaba. Me respondió como siempre con ese todo de humildad prepotente con que todas las madres dominantes responden a sus hijos. Lo que pasa es que tú todavía no sabes ni vez ni oyes lo mismo que yo. Son facultades de los sentidos que solo la cercanía y el dialogo con la muerte puede desarrollar. Puedo oír más allá de los sonidos y las palabras, puedo ver más allá de las distancias. Puedo sentir el pasado el presente y el futuro en un mismo tiempo y en un mismo espacio. No soy adivina ni mucho menos bruja. Tampoco fui, no soy, ni seré una santa. Moriré, como millones de mujeres en todo el mundo, siendo una madre y así quisiera que me recuerden, con mis defectos y con mis virtudes, pero pueden estar seguros que a todos los quise como quiere una madre. No me vayan a buscar fuera de Uds. mismos. No me encontraran en otra parte distinta al recuerdo que cada uno de Uds., tiene de mí. Muero católica y cristiana como siempre fui y por eso, no me preocupa lo que hay mas allá de la muerte, lo que me preocupa es lo que seguirá viviendo de mí. Me preocupa la vida de Uds. En ocasiones he sentido la grima de algunos ante mi ancianidad y desesperación ante la tardanza de mi inminente muerte, no se preocupen son los sentimientos naturales que Dios ha sembrado en nosotros. 

Le respondí: mama Dios no existe y ella me dijo: pero yo creo que si existe y te exijo respeto para mis creencias. Le dije siempre he respetado el derecho de cada quien a creer en lo que sea. ¿Se acuerda que mi papa era espiritista? ¿Se acuerda del indio Ya guarín? Nosotros no creíamos en nada de eso pero le respetamos sus cuentos y sus anécdotas de “aparecidos” Yo madre, le respeto como siempre su derecho a creer y a pensar y lo que sea; Pero no estoy obligado a respetar las cosas en las que Ud. cree. Así como nunca acepté los milagros de Ya guarín ni los ensalmos, ni las invocaciones espiritistas; tampoco admito la existencia de un creador tan desacertado, fracasado e injusto como el supuesto Dios de las religiones, que ni siquiera sabría administrar la vida y permite que el nido familiar se convierta en una cueva de alacranes y serpientes que terminan, en la mayoría de los casos, inoculándose su propia ponzoña. No hables así hijo Dios sabe lo que hace pero sus designios son inescrutables. Ojala madre la semilla de su amor maternal, pueda más que la ambición por el dinero y apego a las cosas materiales, que esta maldita sociedad, nos ha dejado en nuestra conducta y en nuestros valores éticos y morales. 

Ojala yo pueda conservar en mi el recuerdo y el calor de un abrazo y beso suyo. La imagen de la bella mujer presumida, coqueta y espontanea donde mi padre abrevó, calmo su sed de nueva vitalidad y se unió con la pacha mamá. Ojala la vida me enseñe a trasmitir esos sentimientos a las personas quienes amo estén cerca o lejos de mi. 

Jose Machete

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