viernes, 1 de julio de 2011

CANTANDO APRENDI A LUCHAR

                          CANTANDO APRENDI  A LUCHAR

“Cuando suelto mi  canto, lo habrán de ver, desnudo como el alma que pongo en él. Ven que te canto hermano estoy aquí y "abrazao" a mi copla me han de encontrar los que miden el tiempo que fue y vendrá”

Siempre he pensado, que entre personas que se conocen y  se quieren, las palabras están de más y muchas veces en vez de aclararlas, enredan las cosas. Sin embargo hoy quiero decirlas porque me da la gana. Como terapia o como testimonio. Me van ayudar el “gaucho” Martín Fierro y otros amigos,  parafraseándolos o simplemente copiándoles el texto al pie de la letra.

Me gustaría ponerle a todo esto música. Pero no puedo,  no sé hacerlo. De todas formas sé que todo esto es un poco enredado, pero así es y así lo digo. Si no me entienden, no es mi intención, será porque yo soy medio banal y pendejo y para hacerme entender utilizo un relincho que a mí se me antoja un canto.

A través de la historia muchos hombres han sostenido los principios de la justicia el amor y la verdad contra toda clase de presiones para hacerlos callar sobre lo que sabían o creían. Todos ellos son patrimonio del humanismo universal, pero a muy pocos tenemos la suerte de conocer personalmente, aunque están y viven  dentro de cada uno de nosotros y de alguna forma nos representan en  nuestros íntimos deseos de encuentro o reconciliación con nosotros mismos y con la Madre Tierra.  Algunas veces, por frustraciones o  aparentes conveniencias inmediatas, los alejamos de nosotros y los convertimos en ídolos o en baratijas para mercachifes, hechiceros y embaucadores de maléficas mercancías, de quimeras imposibles ajenas a los hombres de carne y hueso.  

También para algunas personas, el humanismo como filosofía y comoconducta, es una pieza de museo prehistórico, que sólo sirve para hablar pistoladas en medio de unas  copas de buen vino. No sé si lamentarlo, pero yo no puedo ser así. A mí me va la vida y seguramente me vendrá  la muerte, por mis principios, mis ideas, mis sentimientos. No voy a discutir si son buenos o malos. Si son aceptados por ustedes o no, ese no es el punto. También es cierto que muchas veces  la hipocresía y muchos "rollos"  existenciales, se esconden detrás de una aparente “firmeza o rectitud” y también, en muchos casos, no son más que pura y simple tozudez o terquedad. También conozco   algunos vivos que han descubierto la forma de vivirse esa parte de la vida. Claro,  nunca llegan a vivir de manera auténtica porque nunca logran la unidad ellos mismos ni con el resto de los hombres y enmascaran su falta de felicidad con una falsa y superficial alegría, chistosa y pasajera, como la de la “los entonaos” o como la de los payasos;  No son mala gente, pero me dan  mucha tristeza.  Ellos también participan,  con todo el derecho, en la  construcción del mundo donde vivimos. Pero nosotros no podemos permitir que nos impongan sus  formas de relación con el mundo, ni su irracionalidad, ni su soledad, ni su destierro. Cada uno de nosotros  trata de construir el mundo en el cual quiere vivir aunque no tenga conciencia de que lo está haciendo. Aún  cuando se es indiferente, apático o ‘viva la pepa’ no podemos escapar a ese designio que para bien o para mal nace con nosotros. Somos nuestros propios constructores y no podemos renunciar a eso. Sería como negarse a ver, a sentir, a tocar, a amar o a odiar. No depende de nuestra voluntad. Siendo así, es preferible hacerlo a plena conciencia y por la calle del medio. En esta historia hemos cometido errores, pero la mayoría de ellos más que por acción, han sido por omisión. Vale el axioma de que es preferible arrepentirse de haber hecho algo,  que de no haberlo hecho. Ante la duda, es preferible  actuar. Aunque muy a menudo no veamos con suficiente claridad, no estemos seguros y nos invada la incertidumbre, siempre es preferible actuar o decidir esperar, porque la espera, producto de un acto consciente de la paciencia, es una forma, a veces correcta, de actuar. Pero es bueno tener un norte, una dirección, una estrella polar. Conocer los puntos cardinales y tener conciencia de que muchas veces iremos en la dirección contraria de las flechas. Los gestores de esta sociedad nos ofrecen como metas o como desiderátum, el éxito refrendado por la fama, el dinero, la figuración, ser importante para los demás aunque ante mismo no seas nada. Nos enseñan que todo lo podemos comprar o vender y a todo le ponen un precio; no es necesario llegar al final de la vida, cuando ya sea tarde, para darnos cuenta de que es una gran mentira. El verdadero y auténtico interés del hombre es el que tiene que ver  con el pleno desarrollo de sus potencialidades, para alcanzar su autenticidad y su unidad consigo mismo,  con el Cosmos y con la sociedad donde vive. Lamentablemente no hay escuelas donde enseñen a diferenciar la mierda que recoge la suela del zapato del abono que esconde la semilla de una flor yle preña, el perfume, el color  y el cáliz para que los amantes aprendan la intensa, silenciosa y frágil pasión  que esconde entre sus pétalos. Las habilidades que al hombre le interesa desarrollar para ser feliz están relacionadas con la espiritualidad, en tanto que ésta es capacidad para captar la realidad objetiva, los hechos materiales. Creándolos o transformándolos para su propio beneficio individual y/o colectivo. Claro se tiene  que vivir y estudiar la vida. Y la muerte también, porque esta es parte de la vida. Hay que saber lo que fue, lo que es y lo que queremos que sea el hombre y el mundo. Hay que "saberse" a uno mismo (de sabor) y  "saborearse" (de saber). Buscando nuestro pasado de pronto nos encontramos que tenemos raíces. Unas las compartimos con el resto de la humanidad pero otras son individuales, nuestras propias y solitarias raíces.

”De mirar pa´arriba se me endureció el pescuezo, de ahí aprendí a mirar pa´ bajo y lo primero que vi. me dejó "asombrao": vi. la raíz de una planta que asomaba como si fuera un callo crecido en el pecho de la tierra, alrededor las ramas caídas y el ramerío seco y derrotado...y allí estaba la raíz sudándole el calor de miles de millones de soles, creciéndose pa´dentro, lamiendo a la tierra pa´parí un invierno, Me miré a los pies y me dio vergüenza de ensuciar la tierra porque mis raíces se estaban pudriendo de tanto darle a la vida tiempo p´esperá la muerte. Y por eso relincho y por eso canto. Por eso me arrecho y por eso grito. 

Algunas raíces son malas y otras son buenas. Y en ese manojo muchas no son nuestras. Y hay que decidir cuales dejamos crecer y cuales no. Pero quien las pierde o las destruye todas, se pierde y se destruye a sí mismo. Serán los "hombre que se lleva el viento", vagando a la deriva, sin un amor donde detenerse, sin una lágrima que lo riegue, sin una mano que lo acaricie ni "una flor a quién cuidar".

Cada quien es lo que hace y las palabras de más están. El hombre tiene intereses vitales que defender; no son los bienes materiales, quien así lo crea está equivocado. La vida se lo demostrará; ojalá y no se lo cobre muy caro ni muy tarde. Me refiero a después de muerto. La fidelidad a uno mismo es la única que existe, todas las demás son puro espejismo, pura coba, pura falsedad y estamos obligados, a riesgo de desperdiciar la vida por lo que dejamos de sentir y de hacer, que al final, tal como sucede al  personaje de Ibsen, en una obra que  no recuerdo su nombre,   comienza a ver los fantasmas del pasado que lo persiguen y lo acosan no permitiéndole hacer nada  y uno de ellos le dice: “Somos las obras que debisteis realizar. La duda asfixiante nos ha aplastado y nos hadesmenuzado. El día del juicio regresaremos en tropel y lo atestiguaremos así. Entonces recibirás tu merecido".

No siempre los hechos fríos son exponentes de la verdad. Detrás de cada acción hay motivaciones y circunstancias que  hacen que la verdad  cambie, se torne difusa, difícil de encontrar. Pero la verdad existe, aunque no sea eterna ni siempre sea la misma.

“La verdad en veces es llaga, en veces, alivio es, es arrogante y salvaje, su grito se oye en el cielo... a veces llora el que canta y el que llora canta más. Cuando no se quiere ver  no hay más que cerrar los ojos;  pero es pasarse de tonto ser ciego por voluntad”

Cuando nos sentimos parte del mundo nada no es ajeno, nadie nos es indiferente. Somos responsables por lo que pasa en el mundo y por la vida de los demás. No solamente de su vida material, fundamentalmente es por su desarrollo como ser humano, para que sea capaz de amar y de ser amado, de dar y de recibir, de producir y de consumir, de trabajar y de descansar, de reír y de llorar,  de arriesgarse y de resguardarse. En fin, de ser libre y vivir a plenitud. Pero sólo merece la libertad y la vida, quien diariamente sabe conquistarlas. Y ser libres no es hacer de todo; es hacer lo que queremos. Pero hay que saber querer. Cuando encontramos nuestra raíces y nos reconocemos como parte del mundo, como un pedazo de la tierra que piensa, que  crece y que tiene el don de la vida, nos invade la seguridad y la certeza de que vivimos  y que lo contrario de la vida no es la muerte. Aunque sea el final de la que cada uno administra.

Pero vivir no es tan fácil, vivir  significa vencer a la muerte. Ese el objetivo religioso y filosófico del hombre. Esa es  la gran promesa. La "vida eterna", la vida después de la muerte, la reencarnación en casi todas las religiones y por  la que estamos dispuestos a dar la propia vida o desatar persecuciones y guerras por amenazas contra esas creencias que puedan destruir esa esperanza. Es  una realización fundamentalmente espiritual.  El hombre cuando vive es objeto y sujeto al mismo tiempo. Es el compositor y su obra, el arquitecto de su propia morada. Esto, que debería ser una bendición, se convierte en una tragedia porque  en cada hombre hay un Dios de amor, generoso, desprendido y solidario y  un Demonio de malicia, egoísta, atemorizado por la soledad en que vive, incapaz de soñar, destructor y rencoroso, incapaz de perdonar y perdonarse. Los dos viven en un eterno enfrentamiento y no siempre  el  Dios de la vida triunfa. Por lo que el mundo que hemos construido, no es, ni de lejos, lo mejor que pudiéramos haber hecho. Sin embargo cada día el hombre descubre nuevos elementos, nuevas fuerzas, nuevos instrumentos que le pueden servir, si quiere,  para trasformar ese mundo y hasta construir uno nuevo donde su vida sea más placentera con más vida y menos muerte, con más buenaventuras y menos tragedias. Naturalmente lo nuevo siempre es difuso, confuso e incompleto y tal vez cometamos muchos errores, pero no son estos lo que hacen fracasar al Dios que llevamos dentro sino la pasividad y el conformismo.

Hay muchas formas de vivir sin luchar, la más difundida es la que supone que todas las cosas buenas están fuera de nosotros, en lo exterior y material y allí debemos buscarlas, pidiéndolas o apropiándonos de ellas por la fuerza o con astucia y habilidad.  Esperamos que todos los problemas y  todas nuestras necesidades nos sean resueltas desde fuera de nosotros sin nuestra participación activa y consciente, gracias a una fuente divina o terrenal encargada, seguramente por el diablo, de proveernos de todo nuestro sustento físico, espiritual o intelectual. En esta actitud se afinca la esclavitud, la irresponsabilidad y la falta de productividad de los hombres. Los adulantes, arribistas, vividores, politiqueros que viven arrebatándoles a los demás lo que ellos necesitan o creen necesitar. No aman para que no los amen a ellos, son sádicos e improductivos, explotadores,  no le aportan nada al mundo, ni a los hombres y por supuesto ni a ellos mismos. Los domina su demonio y utilizan su inteligencia, que muchas veces es de un alto coeficiente, para extraer de los demás las buenas ideas para tergiversarlas, extraen los sentimientos y los sueños  para retorcerlos y ponerlos al servicio de la desdicha y de la explotación.

Hay quienes viven convencidos de que la felicidad sólo se logra  atesorando cosas y además creen, de verdad, que los otros se las quieren quitar, tienen la miseria sembrada en sus ideas y en sus sentimientos, y eso los hace miserables. No dan nada, porque en verdad no tienen nada que dar, salvo rencores, resentimientos, envidias. Al final no tendrán seguridad y mucho menos felicidad.
Hay lo que llaman el “espíritu de competencia” que, "según", es imprescindible cultivar para alcanzar las metas que cada quien se propone. Su único objetivo en la vida es ganar. Ganar siempre y que los demás pierdan. Son simpáticos, inteligentes, atractivos, “cultos”, astutos y brillantes cuando creen que esto les da alguna ventaja en su eterna "competencia”. Lo importante siempre es ganar, conquistan todo lo que pueden pero nunca colonizan nada, llegan primero sin importarles adónde ni saber para qué. Compiten contra todos, menos contra sí mismos. Al final perderán lo único importante: la competencia con la muerte.



Los hay que viven de acuerdo con lo que más les convenga. Su conducta, sus posiciones, sus principios cambian como los colores del camaleón. Según bajen o suban los beneficios, se acomodan a cualquier situación y a cualquier ambiente. Su histrionismo, su pragmatismo, la más de las veces iluso, o su irresponsable carisma, los convierte en una costosa mercancía que se vende al mejor postor por dinero, fama o  simplemente para "figurar" en la historia. Casi siempre poseen una cultivada imagen de triunfadores que la riegan con perfume artificial, muchas luces de neón y brillo fatuo. Son los falsos líderes. Los que se disfrazan de Mesías y redentores. 

Lo bueno y lo malo  es que cada uno de nosotros es un poco de todos por lo que la compasión, en el sentido de ponerse en el lugar de los demás, se convierte en una gran virtud, ya que  en nosotros, están conviviendo el constructor y el destructor, el Ángel y el Demonio, la vida y la muerte, el ayer, el presente y el futuro. Es nuestra conciencia, la que tiene que decidir a quién apoya, a quien fortalece. El hombre  para vencer al mal, puede contar fundamentalmente  con su trabajo, con la experiencia y su actividad transformadora de la naturaleza y de la materia, con el amor que siente por sí mismo y lo expresa en su relación con los demás de una manera productiva, sintiéndolos como una extensión de sí mismo o sintiéndose a sí mismo como una extensión de los demás y como parte de un todo: La Tierra. "Por sus hechos los conoceréis".

“Si quiere ser hombre libre, cante por la libertad... Siempre es poco lo que des, si de cariño se trata. Si en tu pecho se desata el nudo de la bondad, amarás la libertad y habrás honrado a tu padre”...

“Si el hombre quiere vivir debe cambiar de querencia, no es bueno ni encierra ciencia nacer y quedarse quieto... el andar regala vida... andar y andar por andar es quedarse donde está... el que vive del ayer jamás le llega un mañana... y el que vive de apurado del presente se ha olvidado. En fin yo quiero militar en la vida con los que construyen al mundo para el hombre, para la vida, para el amor, para la libertad y la igualdad. Asumo los riesgos que esto implica, incluso el de que no pueda hacerlo y me quede solitario. Pero tengo fe en el ser humano, en el hombre y en su naturaleza, sé y conozco de sus   debilidades y  también de su fortaleza y de su grandeza y me amo tal como soy. (Dónde cierra esta cita)

"Denme un punto de apoyo y moveré al mundo". La palanca que se requiere está en nosotros mismos y aunque nos equivoquemos muchas veces lo correcto es intentarlo de nuevo, insistir, perseverar. Además, no tenemos otra opción, yo no tengo otra. Pero es necesario recobrar la fe en los demás, la confianza en sí mismo y en la capacidad de amar, de comprender, de luchar, de trasformar y de trasformarnos que tenemos los hombres. La historia del hombre está llena de períodos de oscurantismo y ha sido el propio hombre quién ha encontrado y encendido las luces. No podemos rendirnos y entregar nuestro futuro permitiendo que la desesperanza, la resignación y la fatalidad nos invadan. Tenemos la fuerza, aprendamos a usarla para hacer las cosas que queremos y construir un mundo y una sociedad para la vida, el amor, la paz, la prosperidad del hombre en armonía con  la tierra, con la naturaleza y consigo mismo.  

“Cuando el canto me llega, me llega así y suelo decir lo que siente el que siente y quiere sentir,... cuando me llega el canto le doy mi voz, él me cuenta sus cosas y yo le cuento las mías. Porque quiero a esta tierra que me dio un Dios y para que me acuerde, si se me olvida, puso a un Demonio en mi cabecera”.

Así, paradójico y contradictorio es el mundo donde nos toca vivir, no hay otro. El paraíso que todos los hombres soñamos, tenemos que construirlo aquí en nuestra Tierra y este sueño tiene, en cada uno de nosotros,  la fuerza suficiente para hacerlo realidad, si trabajando y  luchando, nos encontramos de nuevo  y aprendemos a comunicarnos,  desde el centro de nuestra vida y de nuestros corazones.

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